Tratamos de hacer conocer a nuestros vecinos actuales y recordar a quienes ya han transitado un largo recorrido de la vida, aspectos que a quienes están comprendidos en el primer caso les son totalmente desconocidos, mientras que a los restantes, antiguos residentes, pueden haberlos visto o haber escuchado algo sobre los mismos.
En este caso, hacemos mención a algo sucedido hace ya más de 150 años, luego de haber transcurrido en todo el país, las consecuencias de la recordada “Guerra Grande” que comprendió el período de 1839 a 1851.
Finalizada la misma, al recorrer las polvorientas calles de nuestra Mercedes, encontrábamos zonas devastadas, ranchos semi derruidos, cercos destrozados, la vegetación arrasada al haberse quemado postes y árboles para su utilización por las diferentes fuerzas militares que pasaron por aquí en uno u otro sentido.
Pero haremos mención en este caso a una parte de la manzana comprendida entre aquellas calles nombradas en el título y la de Paysandú (siempre nombres actuales de las mismas), que en sus tres cuartas partes pertenecieran al español José Rodríguez, luego de haber adquirido de distintos propietarios anteriores esas fracciones de terreno.
Ya en los primeros años del incipiente poblado figura José Rodríguez instalado en la fracción que forma en esa esquina la proa que apunta hacia la triste y desolada plaza del pueblo, habiendo construido una población que apenas se destacaba de las demás, desparramadas en un contorno no demasiado extenso.
Durante los primeros años del 1800 los rubros que dejaban a la corona españolas las mayores sumas por impuestos, aparte de la venta de cueros vacunos, eran las rentas que provenían de la comercialización de tabacos y de naipes, entretenimientos de la mayoría de los hombres de la población; por ese motivo había en cada jurisdicción un “Estanco” que era el lugar en donde se vendían estos últimos artículos y en donde se debían abonar sus gravámenes.
Por lo tanto José Rodríguez había sido nombrado titular de ese estanco, cargo que desempeñó poco acertadamente siendo poco después declarado en quiebra, aunque siendo también poseedor de otra fracción con frente a la Plaza, a su muerte vivieron en ella sus dos hijas: Francisca que casó con el militar argentino Juan José López y Gertrudis que casó con el también destacado militar de aquella nacionalidad José Olavarria.
Según decimos en el tercer párrafo de esta nota, finalizada la guerra se aprecian los destrozos por doquier, y por tal motivo ya, y antes de ello, a fines de setiembre de 1844 don Pablo Sugo se dirige al Comandante Militar Montoro en nombre de los acreedores de Rodríguez, que eran muchos, y como Síndico del Concurso del mismo, haciendo constar que para el cobro de las deudas dejadas por el deudor Rodríguez, sólo queda la casa denominada “Estanco” que en ese momento servía de Cuartel a la Guardia Nacional.
Dice Sugo en esa carta que “el 23 de enero de 1843 llegaron aquí las fuerzas de Buenos Aires al mando del Comandante Pineda y me mandaron pedir las llaves, las que entregué y se acuartelaron en ella “dicha tropa”.
“Esta casa que está sobre tres cuartos de la manzana o tres sitios, todos cercados de Ñandubay y un sitio poblado de árboles frutales (como se ve por los raigones), tres asientos de atahona, una cuadra, un orno, los instrumentos de panadería, torno, abatea (sería batea), cernidores, limpiadores, etc. y una hermosa parra en el patio, la que rendía como cien patacones al mes. Ahora todo está perdido”- dice.
Pide que se le de testimonio para defender sus derechos y se da traslado al Juez de Paz don José González, para que informe, quien dice “que es cierto lo aseverado y que se ocupó dicha casa por las tropas de Buenos Aires al mando del Cnel. Pinedo el que desembarcó en este Puerto en circunstancias las más afligentes para este Pueblo y que a la sazón era acometida por las tropas del salvaje Pacheco”.
“Pidió Pineda una casa para alojar sus tropas y no habiendo otra más a propósito por su comodidad y situación, por hallarse vacía, se la destinó para Cuartel, aunque se conocía que la había reparado y compuesto el Sr. Sugo. Fue ocupada durante todo el tiempo que estuvo Pineda y cuando salió de aquí, se ocupó hasta el día con las tropas nacionales, sin que se haya abonado nada por la ocupación”.
Se expide Montoro diciendo que “sin perjuicio de la reclamación y no habiendo otro mejor local y con la capacidad necesaria para acuartelar el Batallón de Guardias Nacionales, se retenga para ese destino y se documente al Sr. Sugo todo el tiempo que ha estado ocupada”.
“Pero no habiendo rentas para abonarle el alquiler de $ 80 mensuales que pide por ella, ni fondos para pagarle la cantidad vencida ya, ni los deterioros que la referida casa ha sufrido en cercados, plantaciones, etc. espere el suplicante a mejor oportunidad u ocurra donde crea que más le conviene”. (firma Montoro).
[Las tropas argentinas ocuparon desde febrero de 1843 a noviembre de ese año y el Batallón Guardias Nacionales desde noviembre de 1843 a setiembre de 1844].
Pasa ese enorme terreno, la mayor parte baldío, recién en 1855 (8 de noviembre) a propiedad de don José González, quien lo adquiere ante el Esc. Juan J. F. Aguiar en Montevideo del Concurso de Acreedores de Rodriguez.
Poco después González vende dos de los solares que formaban el bien y queda sólo con el que forma la esquina de las calles que figuran en el título de esta nota, contratando en forma inmediata (el 21 de noviembre de 1855) con don Antonio Basté, de profesión albañil (1) la edificación de un nuevo edificio, el que de acuerdo a plano aprobado tendría 10 piezas, todas de material y barro, debiendo revocar con buena mezcla por dentro y por fuera y en la pieza destinada a cocina, formarle el fogón y la chimenea con su respectiva campana. Las paredes serán del mismo material que las que tenía y deberán medir desde el piso a los tirantes 5 ½ varas (o sea 4 metros 30 aprox.).
Debía Basté construir también un cerco hasta las 50 varas hacia el sud y el oeste y en igual extensión hará las veredas y los postes.
En el referido contrato que se firmó ante el Esc. Avelino Delgado en la fecha indicada se establece como se hará la demolición de los restos del edificio que aún se mantenía en pie con detalle de los precios a pagarse y demás gastos que se originaren por salarios, materiales, etc.
Los primeros vecinos que ocuparon esas tres fracciones, fueron quienes figuran en el croquis que se adjunta, pasando luego a la propiedad de José Rodríguez y que posteriormente se venden en Montevideo para el pago a los acreedores del Concurso del deudor. Se incluían en los reclamos la avaluación de los daños ocasionados por las diferentes tropas y también los alquileres impagos estipulados.
Fallecido González años después, lo heredan sus hijas Adela y Elvira González cediendo la primera sus derechos a la restante, que casó con don Carlos Albín y que el 14 de setiembre de 1883, ante el Esc. Sebastián C. Sagarra venden a don Félix Buxareo, vecino de Montevideo, en la suma de $ 6.700 el quien poco después lo transfiere honorariamente a las Hermanas del Huerto.
El terreno tiene frentes a calle Asamblea (hoy Artigas) en 42 metros.40 cms. y a calle Montevideo (hoy Eusebio E. Giménez) en 49 metros 60 cms..
/// - Significado de algunas palabras incluidas en el texto:
athaona – lugar donde se almacena la harina luego de su elaboración-
torno – maquinaria que gira constantemente mediante fuerza animal para triturar el trigo y hacer la harina
abatea- artesa- es un recipiente rectangular de madera que se utiliza para amasar el pan-entre otros usos
cuadra – espacio de trabajo en una panadería